Hoy os voy a contar los días que pasé en Desojo, que es el pueblo de Ana.
Unos 50 minutos nos costo llegar por un camino con innumerables curvas, algunas muy pronunciadas, el sol lucía y nos dejaba ver los bosques y los campos arados y recién sembrados de cereal, y con el calorcillo del coche me fui adormilando poco a poco hasta que llegamos y nos tuvimos que bajar del coche con poca gana, en aquel momento no me dí cuenta que llegábamos al paraíso.
Después de unos días disfrutando de los paseos con Paula, Adrián, Aitor y el abuelo Javier llegó el momento en que me tropecé con un rebaño de ovejas custodiadas por el pastor y cinco magníficos ayudantes, luego de las presentaciones ordinarias pude apreciar la labor tan buena que realizaban teniendo el rebaño permanentemente controlado, me pareció fascinante y divertido que tal cantidad de animales tuvieran tanto respeto por mis colegas incluso un macho cabrío con unas pintas impresionantes al que me tropecé de repente proporcionándome un susto de muerte con esa mirada tan violenta con la que se presentó, miré a mis compañeros, pensando que se les había colado un demonio entre tanta oveja, enseguida vinieron en mi auxilio poniendo aquel pavoroso animal en su sitio, en aquel momento, además de trabajadores y leales también consideré a mis camaradas unos valientes.
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